"Cuando tu deseo de sanar sea más fuerte que tus miedos, entenderás que estás preparado para comenzar este viaje hacia adentro" Bioexistencia Consciente- Un Camino de Consciencia
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viernes, 31 de marzo de 2017
jueves, 16 de marzo de 2017
Científicos demuestran que el alma no muere, sino que regresa al universo
Dos científicos con reconocimiento internacional afirman poder probar la existencia del alma.
La consciencia es el conocimiento inmediato que tenemos de nosotros mismos, de nuestros actos y reflexiones, pero también la capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento. Su naturaleza ha causado muchas preguntas desde que tenemos memoria y posee implicaciones existenciales, médicas y espirituales.
El doctor Stuart Hameroff, del Departamento de Anestesiología y Psicología así como Directivo del Centro de los Estudios de Conciencia de la Universidad de Arizona, en la ciudad de Tucson, Estados Unidos, y su colega, Sir Roger Penrose, físico matemático en la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, llevan trabajando desde 1996 en una teoría cuántica de la conciencia, que establece que nuestras almas están contenidas en unas estructuras llamadas microtúbulos, que habitan nuestras células cerebrales.
” La idea nace de que el cerebro es una computadora biológica, con cien billones de neuronas cuyas conexiones sinápticas actúan como redes de información.”
Sus conclusiones señalan que nuestras experiencias son el resultado de los efectos de la gravedad cuántica en los microtúbulos, un proceso al que llaman reducción objetiva orquestada (Orch-Or).
La comunicación entre neuronas mediante la secreción de neurotransmisores se realiza a través de vesículas sinápticas distribuidas a lo largo de sus axones. El citoesqueleto de las neuronas juega un papel de suma importancia en la dinámica de estas vesículas. Hameroff y Penrose proponen que los microtúbulos, las unidades más pequeñas del citoesqueleto, actúan como canales para la transferencia de información cuántica responsable de la consciencia.
Hasta ahora había un cierto consenso científico en considerar que la consciencia emergió como una propiedad de los organismos biológicos durante la evolución. Sería, por lo tanto, una adaptación beneficiosa que proporciona una ventaja evolutiva a las especies conscientes. En cambio, la teoría Orch OR afirma que la consciencia es una característica intrínseca de la acción de un universo no computable.
“Según un reportaje publicado por el Daily Mail, en una experiencia cercana a la muerte, por ejemplo, los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero la información dentro de ellos no se destruye. Es decir, que en términos comprensibles, el alma no muere, sino que vuelve al universo.”
El Dr. Hameroff explica detalladamente su teoría en un documental narrado por Morgan Freeman, llamado “Through the wormhole” (A través del agujero de gusano), que fue emitido por el canal Science de Estados Unidos. En este documental el doctor Hameroff declaró que cuando “el corazón deja de latir, la sangre deja de fluir, los microtúbulos pierden su estado cuántico. La información cuántica en los microtúbulos no se destruye; no puede ser destruida; simplemente se distribuye y se disipa por el universo“.
Y añadió que si el paciente es resucitado, esta información cuántica puede volver a los microtúbulos y el paciente dice “Tuve una experiencia cercana a la muerte”. Sin embargo si el paciente muere, “sería posible que esta información cuántica exista fuera del cuerpo indefinidamente, como un alma”
El Dr. Hamerof cree que las nuevas ideas sobre el papel de la física cuántica en los procesos biológicos como la navegación en los pájaros, ayudan a confirmar su teoría.
Ambos científicos, de renombre internacional, se unen a la teoría de la existencia del alma. También el Dr. Rick Strassman afirma que la entrada del alma en el cuerpo humano se produce a través de la glándula pineal.
https://perfecto.guru/el-alma-no-muere/?utm_source=perfecto&utm_medium=post
La consciencia es el conocimiento inmediato que tenemos de nosotros mismos, de nuestros actos y reflexiones, pero también la capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento. Su naturaleza ha causado muchas preguntas desde que tenemos memoria y posee implicaciones existenciales, médicas y espirituales.
El doctor Stuart Hameroff, del Departamento de Anestesiología y Psicología así como Directivo del Centro de los Estudios de Conciencia de la Universidad de Arizona, en la ciudad de Tucson, Estados Unidos, y su colega, Sir Roger Penrose, físico matemático en la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, llevan trabajando desde 1996 en una teoría cuántica de la conciencia, que establece que nuestras almas están contenidas en unas estructuras llamadas microtúbulos, que habitan nuestras células cerebrales.
” La idea nace de que el cerebro es una computadora biológica, con cien billones de neuronas cuyas conexiones sinápticas actúan como redes de información.”
Sus conclusiones señalan que nuestras experiencias son el resultado de los efectos de la gravedad cuántica en los microtúbulos, un proceso al que llaman reducción objetiva orquestada (Orch-Or).
La comunicación entre neuronas mediante la secreción de neurotransmisores se realiza a través de vesículas sinápticas distribuidas a lo largo de sus axones. El citoesqueleto de las neuronas juega un papel de suma importancia en la dinámica de estas vesículas. Hameroff y Penrose proponen que los microtúbulos, las unidades más pequeñas del citoesqueleto, actúan como canales para la transferencia de información cuántica responsable de la consciencia.
Hasta ahora había un cierto consenso científico en considerar que la consciencia emergió como una propiedad de los organismos biológicos durante la evolución. Sería, por lo tanto, una adaptación beneficiosa que proporciona una ventaja evolutiva a las especies conscientes. En cambio, la teoría Orch OR afirma que la consciencia es una característica intrínseca de la acción de un universo no computable.
“Según un reportaje publicado por el Daily Mail, en una experiencia cercana a la muerte, por ejemplo, los microtúbulos pierden su estado cuántico, pero la información dentro de ellos no se destruye. Es decir, que en términos comprensibles, el alma no muere, sino que vuelve al universo.”
El Dr. Hameroff explica detalladamente su teoría en un documental narrado por Morgan Freeman, llamado “Through the wormhole” (A través del agujero de gusano), que fue emitido por el canal Science de Estados Unidos. En este documental el doctor Hameroff declaró que cuando “el corazón deja de latir, la sangre deja de fluir, los microtúbulos pierden su estado cuántico. La información cuántica en los microtúbulos no se destruye; no puede ser destruida; simplemente se distribuye y se disipa por el universo“.
Y añadió que si el paciente es resucitado, esta información cuántica puede volver a los microtúbulos y el paciente dice “Tuve una experiencia cercana a la muerte”. Sin embargo si el paciente muere, “sería posible que esta información cuántica exista fuera del cuerpo indefinidamente, como un alma”
El Dr. Hamerof cree que las nuevas ideas sobre el papel de la física cuántica en los procesos biológicos como la navegación en los pájaros, ayudan a confirmar su teoría.
Ambos científicos, de renombre internacional, se unen a la teoría de la existencia del alma. También el Dr. Rick Strassman afirma que la entrada del alma en el cuerpo humano se produce a través de la glándula pineal.
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sábado, 4 de marzo de 2017
Abdómen, segundo cerebro (emociones)
TIENE UNOS 100 MILLONES DE NEURONAS, UBICADAS EN LAS PAREDES DEL TUBO INTESTINAL
Un “segundo cerebro” funciona en la panza y dicen que regula emociones
Su red neuronal no elabora pensamientos, pero influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño.
Que se use la palabra “entripado” para referirse a un enojo podría no ser del todo metafórico. Y que el estómago “se cierre” en una situación estresante o que parezca poblado de mariposas ante el amor también tendría una explicación científica. El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (celulas nerviosas) de tan amplio alcance que algunos científicos la han denominado “segundo cerebro”. Y ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.
Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y autor de El segundo cerebro ( The Second Brain ), un libro de referencia en las investigaciones sobre el tema, explica que, conocido técnicamente como sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está compuesto por capas de neuronas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y que contiene unos 100 millones de neuronas.
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte determina nuestro estado mental y tiene un papel clave en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo. Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.
Sin embargo, aunque su influencia es amplia, se deben evitar confusiones: el segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones . Como puede leerse en una nota publicada por la revista de divulgación científica Scientific American , gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión.
Emeran Mayer, profesor de Fisiología, Psiquiatría y Ciencias del Biocomportamiento de la Universidad de California, le dijo a esa publicación que una gran parte de nuestras emociones probablemente se vea influida por los “nervios de los intestinos”. En el mismo sentido, Gershon afirma que el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al craneano.
Guido Iantorno, jefe de la Unidad de Motilidad Digestiva del Hospital Bonorino Udaondo, le explicó que, aunque de modo indirecto, a través del eje cerebrointestinal, el sistema nervioso entérico puede influir en situaciones emocionales y en otros síntomas como la hipersensibilidad al dolor.
Cuenta Iantorno que mediante tomografías computadas por emisión de positrones pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino, en las personas con afecciones funcionales del aparato digestivo reacciona un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas. “Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”, dice Iantorno.
Algunos científicos piensan que en un futuro, algunos padecimientos intestinales podrían tratarse con terapias aplicadas a nivel neuronal. De hecho, el síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino, y quizá podría ser considerado una “enfermedad mental” del segundo cerebro.
Los trabajos de Mayer con el sistema nervioso del intestino lo han llevado a pensar que, en los próximos años, la psiquiatría tendrá que ampliar su alcance para tratar el segundo cerebro además del que está sobre los hombros.
El científico Michael Gershon contó que ahora se sabe además que en el intestino hay células madre adultas que pueden reemplazar a las neuronas que mueren o son destruidas.
Además, afirmó Gershon: “El sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este le responde. El intestino puede afectar el humor, y la estimulación del nervio principal que conecta al cerebro con el intestino (el vago) puede ayudar a aliviar la depresión, y es usado para tratar la epilepsia”.
Para Gershon, el segundo cerebro tiene un papel en la mayoría de las cosas que enferman al intestino , desde el síndrome de colon irritable hasta las enfermedades relacionadas con la inflamación del intestino. “Uno no puede vivir sin su sistema nervioso entérico.
Hasta la constipación de la tercera edad es un problema del segundo cerebro.
LOS “SENTIDOS” DE NUESTRO ESTÓMAGO
Memoria: La proteína que quema la grasa corporal se encarga también de la memoria; por eso los obesos son más propensos a la demencia.
Bienestar: El estado de ánimo se aloja en el estómago, ya que ahí se produce y almacena el 90% de la serotonina, la ‘hormona de la felicidad’.
Sueño: Cuando relajamos las tripas, nuestras neuronas estomacales producen benzodiazepinas, que relajan e inducen el sueño.
Estrés:Ante una emergencia, el cerebro toma energía del intestino. Las tripas se ‘rebelan’ y envían señales como malestar estomacal.
Gula:Las billones de bacterias que se alojan en el intestino eligen sus propios nutrientes para prosperar: a veces son más golosas que tú.
Miedo:El pánico hace que el cerebro espante al intestino grueso. Éste ya no dispone de tiempo para absorber líquido y el resultado es diarrea.
Memoria: La proteína que quema la grasa corporal se encarga también de la memoria; por eso los obesos son más propensos a la demencia.
Bienestar: El estado de ánimo se aloja en el estómago, ya que ahí se produce y almacena el 90% de la serotonina, la ‘hormona de la felicidad’.
Sueño: Cuando relajamos las tripas, nuestras neuronas estomacales producen benzodiazepinas, que relajan e inducen el sueño.
Estrés:Ante una emergencia, el cerebro toma energía del intestino. Las tripas se ‘rebelan’ y envían señales como malestar estomacal.
Gula:Las billones de bacterias que se alojan en el intestino eligen sus propios nutrientes para prosperar: a veces son más golosas que tú.
Miedo:El pánico hace que el cerebro espante al intestino grueso. Éste ya no dispone de tiempo para absorber líquido y el resultado es diarrea.
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