José Manuel Nieves
Investigadores dicen que poseemos 145 genes «externos» procedentes de otras criaturas que han incrustado su material genético en el nuestro.
Si hablamos con propiedad, ninguno de nosotros es completamente humano. Por lo menos no en lo que se refiere al material genético que contienen nuestras células. En efecto, usted, yo, y todos los demás miembros de nuestra especie poseemos, que se sepa hasta ahora, 145 genes “externos”, procedentes de bacterias, virus y otros microorganismos que han logrado “incrustar” parte de su material genético en nuestro genoma.
Esa es, por lo menos, la conclusión de un nuevo estudio publicado en Genome Biology y que aporta, por ahora, las pruebas más convincentes de que a lo largo de nuestra historia evolutiva genes de otras formas de vida han conseguido llegar a formar parte de lo más íntimo de nuestras células.
Para Alastair Crisp, de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio, “eso significa que el árbol de la vida no es en absoluto el árbol estereotipado con sus linajes perfectamente divididos en ramas. En realidad, se parece más a esas enredaderas amazónicas cuyas ramas se entrecruzan y se superponen unas a otras”.
Los científicos sabían ya que la transferencia genética “horizontal”, el intercambio de información genética entre organismos de forma diferente a la herencia, era algo común entre bacterias y otros eucariotas sencillos. El proceso permite compartir rápidamente juegos concretos de genes para, por ejemplo, hacerse resistente a los antibióticos. Pero no estaba claro que este tipo de transferencia horizontal pudiera darse también en organismos superiores, como los primates. Ahora Crisp apunta en su estudio que los animales, como las bacterias, pueden integrar en sus células material genético externo, que se introduce en forma de pequeños “paquetes” de ADN, o que llega hasta las células transportado por virus. Sin embargo, probar que determinados fragmentos del ADN humano proceden de otros organismos no resulta una tarea fácil.
Incluso por plantas
Crisp y sus colegas analizaron las secuencias genómicas de cuarenta especies distintas de animales, desde simples moscas de la fruta a cebras, gorilas y humanos. Y para cada gen de los genomas estudiados, los científicos buscaron concordancias en todas las bases de datos genéticas existentes, tanto de animales como de plantas, hongos, bacterias y virus. Cuando encontraban un gen de animal más parecido a los de otras criaturas no animales que a cualquier otro animal, los investigadores lo separaban para estudiarlo a fondo.
En total, Crisp y su equipo hallaron cientos de genes que parecen haber sido transferidos a los animales por bacterias, hongos, microorganismos varios e incluso por plantas. En el caso de los seres humanos, hallaron hasta 145 genes que parecen haber “saltado” a nuestro genoma desde organismos mucho más simples.
“Creo que lo que esto demuestra es que la transferencia horizontal de genes no se limita solo a microorganismos, sino que ha jugado un papel concreto en la evolución de muchos animales -afirma Crisp-. Puede que incluso de todos los animales”.
El artículo, sin embargo, no aporta pista alguna sobre la forma en que esos genes, que ahora cumplen funciones concretas en nuestro metabolismo, sistema inmune y diferentes procesos bioquímicos, han podido llegar hasta allí. Ni tampoco sobre cuándo se pudieron producir esos “saltos”. Para eso, afirma Crisp, hace falta más investigación.
No todos, sin embargo, están de acuerdo con las conclusiones de este artículo y ya se escuchan las primeras voces críticas, que consideran imposible esa transferencia genética de bacterias a animales.Las coincidencias genéticas encontradas por Crisp, afirman los críticos, pueden tener otras explicaciones más plausibles. Solo el tiempo lo dirá.
http://abcblogs.abc.es/nieves/public/post/y-si-nuestro-genoma-o-fuera-del-todo-humano-16612.asp/
José Manuel Nieves
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